Los conservadores presionan a Comonfort, (investido ya de poderes extraordinarios aprobados por el Congreso) para que derogue las reformas liberales, sin embargo Comonfort se niega, excarcela a Juárez y combate a los conservadores, con resultados, francamente adversos; por lo que, el General Félix María Zuloaga, se rebela contra Comonfort y los liberales; lo que hace que, Comonfort abandone el país, dejándolo sumido en una guerra civil, que se conocería como “Guerra de los tres años”.
El análisis de este periodo de la historia exige la consideración de múltiples factores que la historia oficial ha dejado de lado, y que, la consabida frase “la historia es escrita por los vencedores” explica certeramente; para comenzar, dicha guerra se libra entre facciones de mexicanos, que simplemente tenían una idea distinta del rumbo que debía seguir el país; la visión de ambas partes tenía puntos cuestionables y de igual forma, en los dos bandos, existían individuos con un ferviente patriotismo.
Juárez asume la presidencia en 1858 en Guanajuato, en virtud de que en ese momento, funge como Presidente de la Suprema Corte de Justicia, mientras que a la par, una junta de gobierno, nombra a Félix María Zuloaga también Presidente de la República, por lo que de facto existen dos gobiernos; el de Juárez, que de inmediato comienza su peregrinar por el territorio nacional, trasladándose a Guadalajara, Colima, Manzanillo, Veracruz, ciudad donde es acorralado por el General Miguel Miramón, y de donde puede escapar gracias a la intervención de la Marina Norteamericana, Paso del Norte (hoy Ciudad Juárez) y varias ciudades más, y el de Zuloaga, establecido en la Ciudad de México.
Justo es en su estadía en el Puerto de Veracruz, donde el gobierno de Juárez dicta las conocidas como “Leyes de Reforma”, que versaban sobre aspectos muy concretos del desarrollo nacional, tales como la separación Iglesia – Estado, La nacionalización de los bienes eclesiásticos, La ley orgánica del registro civil, La reglamentación de los días festivos con la prohibición de la asistencia oficial a los eventos eclesiásticos, La ley de panteones, La ley de matrimonios, y un año después la Ley de libertad de cultos; debemos reconocer sin limitaciones, que son estas leyes las que basan los cimientes de nuestro Estado actual.
Las batallas entre Liberales y Conservadores se dan de manera permanente, arrojando resultados diversos para ambos bandos y sumiendo de hecho al país en una grave crisis financiera, es en esta etapa, donde Juárez instruye a su Ministro de Gobierno, Melchor Ocampo, para que en Diciembre 14 de 1859, firme con su contraparte Robert Mc Lane, el tratado Mc Lane – Ocampo, cuyo peso controversial en la historia de nuestro país, se deriva del otorgamiento a perpetuidad, del derecho de tránsito al ejército norteamericano y a las mercancías de Estados Unidos, por tres franjas: la primera por el Istmo de Tehuantepéc, la segunda, de Guaymas a Nogales (Arizona) y la tercera de Mazatlán a Matamoros, en el Golfo de México, cruzando por Monterrey, esto a cambio del reconocimiento al Gobierno Juarista y del pago de cuatro millones de dólares, de los cuales, dos se entregaron al gobierno de Juárez y el resto, se pagaron a ciudadanos norteamericanos, por daños y prejuicios; cabe mencionar que dicho tratado, fue aprobado inicialmente, por el Congreso Norteamericano, sin embargo no fue ratificado por el Senado, pues, habiéndose presentado justo en medio de su guerra de secesión, este considero que los nuevos territorios fortalecerían a los sureños y dificultarían el bloqueo presentado por el ejército confederado.
La aprobación inicial del Tratado, le valió a Juárez, el reconocimiento Norteamericano, y el financiamiento de su causa, lo que dio un vuelco en el curso de la guerra, Miguel Miramón, cabeza del gobierno conservador, intento conciliar con los Liberales, sin embargo sus esfuerzos fueron infructuosos; el 22 de Diciembre de 1860, el General Jesús González Ortega, vence a las huestes Conservadoras, comandadas por Miramón, logrando que el 1 de Enero de 1861, Benito Juárez entre triunfante a la Capital del país.
Teniendo ya un panorama más claro, poco antes de estos hechos, Juárez hizo un llamado a elecciones en Noviembre de 1860, logrando la Presidencia Constitucional, (hasta ese momento había sido provisional), por un margen muy pequeño, lo que es una muestra de la visión dividida que permeaba en la sociedad mexicana sobre las posturas Liberales y Conservadoras; González Ortega logra la Presidencia de la Suprema Corte de Justicia, lo que lo ponía en la antesala de la Presidencia y de igual forma, se eligen diputaciones.
No por estar formalmente establecida, la administración juarista vivió tiempos más sencillos; teniendo, una sociedad inestable, un grupo de conservadores, aún con la pretensión viva de recuperar el poder, y unas finanzas precarias, derivadas de la recién librada guerra, el gobierno se tambaleaba, por lo que el congreso resolvió tomar una decisión francamente errada, detener el pago de los adeudos a las naciones extranjeras, lo que le valió la animadversión de las potencias mundiales al gobierno nacional, independientemente, que esta medida, se derogó a escasos tres meses de haber sido implementada, las naciones europeas, España, Francia e Inglaterra ya habían tomado una resolución; la primera invadió el puerto de Veracruz en Diciembre de 1861, y las otras dos, enviaron sus contingentes en Enero del año siguiente.
El gobierno nacional inicia las negociaciones, en la persona del Ministro del Exterior, Manuel Doblado, tomando como mérito propio que España e Inglaterra retiraran sus tropas, conviniendo en los llamados “Tratados de la Soledad”, aunque en la realidad, la salida de ambas potencias se derivó de la presión ejercida por Napoleón III que pretendía establecer un imperio en territorio mexicano, para apoyar desde ahí a los Confederados, en la guerra civil norteamericana, con el objeto de limitar el poder de Estados Unidos en el continente; razón por la cual, Francia no concilia en ninguna medida y se inician las acciones bélicas.
En este momento de la historia, el ejército francés era considerado el mas poderoso del mundo, es por ello que tras la derrota infringida por el General Ignacio Zaragoza, el 5 de Mayo de 1862 en la ciudad de Puebla, se convirtió en el hazmerreir de Europa, Napoleón enfurecía, El General Zaragoza grabó este episodio en la historia nacional con el célebre telegrama que envió a la Ciudad de México “Las armas nacionales se han cubierto de gloria”.
El optimismo derivado de la victoria de Puebla, no duró demasiado, meses después Napoleón reforzó sus huestes con 25,000 hombres, sitiando la misma ciudad de Puebla y haciéndola caer tras dos meses de resistencia, tomando con ello control de la antesala de la capital del país, tan solo un año después de la victoria de Zaragoza.
Durante este proceso, Juárez, resolvió solicitar al congreso facultades extraordinarias, sin embargo no encontró eco, incluso dentro de los mismos grupos liberales que lo integraban; pues bajo la consigna de que “instaurar un gobierno Constitucional, había costado al país una guerra fratricida y el derramamiento de la sangre de sus hijos, no era congruente que el presidente, defensor de esa misma causa constitucionalista, se erigiera como un virtual dictador, ungiéndose de poderes extralegales”; sin embargo, otro hecho fortuito actuó en conveniencia, tanto Santos Degollado, como Melchor Ocampo, dos reconocidos liberales, fueron secuestrados y ultimados, presumiblemente por “grupos conservadores extremistas”, lo que provocó una indignación conjunta, y la aprobación de las facultades extraordinarias del presidente.
Recién investido con sus nuevos poderes, y ante la imposibilidad de defender la capital de la República, Juárez toma una difícil decisión, disuelve el congreso y decide instalar el Gobierno Nacional en la Ciudad de San Luis Potosí, por lo que el 31 de Mayo de 1863, cargando el archivo nacional en varias carretas, mismas que a la par transportan a su gabinete, abandona la Ciudad de México; Francia toma el control de la misma sin disparar un solo tiro.
Napoleón instala en el gobierno de México a Fernando Maximiliano José de Habsburgo-Lorena, archiduque de Austria, príncipe de Hungría y Bohemia, irónicamente, reconocido como abiertamente liberal, quién llega a tierras nacionales en compañía de su esposa la princesa belga, María Carlota Amalia Agustina Victoria Clementina Leopoldina del Sagrado Corazón, a quienes recordaremos en la historia nacional simplemente como Maximiliano y Carlota.
Considero pertinente manifestar diversos sucesos relacionados con la elección de Maximiliano, por parte de Napoleón III pues nos permiten dimensionar la personalidad de quién por un periodo de tres años, se sustentó como Emperador de México; Maximiliano pertenecía a una de las casas dinásticas de más tradición y abolengo de Europa, al ofrecérsele la Corona Mexicana, él se encontraba ya retirado de la vida pública, y aceptarla, le implicaba renunciar a todos los privilegios que su rango de príncipe le concedía, mas alla de ello, condicionó su respuesta, a la certeza de que el pueblo, estuviera de acuerdo con su designación, situación que los conservadores mexicanos manifestaron como cierta en grado sumo; sin embargo, interesándose a la distancia de las circunstancias imperantes en la nación que le era ofrecida gobernar, antes de partir, decide escribirle una carta a Juárez, invitándolo a participar en su gobierno.
Al arribar Maximiliano a territorio nacional es recibido con bombo y platillo, principalmente en las Ciudades de Puebla y México, es entonces cuando recibe la respuesta de Juárez a la misiva extendida previamente, firmada desde Monterrey, Nuevo León:
“Es dado al hombre, señor, atacar los derechos ajenos, apoderarse de sus bienes, atentar contra la vida de los que defienden su nacionalidad, hacer de sus virtudes un crimen y de los vicios una virtud; pero hay una cosa que está fuera del alcance de la perversidad, y es el fallo tremendo de la historia. Ella nos juzgará.”*
*Carta de Benito Juárez a Maximiliano. Monterrey, NL. 1 de marzo de 1864.
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