El gobierno de Maximiliano inicia, con el apoyo tanto de la iglesia católica como de los conservadores nacionales, sin embargo, su política es mucho mas liberal de lo que ambos grupos estaban dispuestos a tolerar, uno de los agravios mas contundentes, fue la negativa del joven emperador a suprimir la libertad de cultos, decretada por el régimen Juarista, razón por la que muchos conservadores le dieron la espalda, de igual forma, se negó a devolver a la Iglesia los bienes nacionalizados, requeridos por el nuncio papal, con lo que se ganó el mal ánimo de la Iglesia, A pesar de que se ha especulado, que ambas acciones, fueron realizadas por el emperador en un afán conciliatorio con las vertientes liberales, la realidad, es que eran parte de la personalidad propia de Maximiliano, que había sido manifestada de manera clara, durante su gobierno de Lombardía durante los años de 1858 y 1859 y que de alguna manera, fueron un argumento de peso en la elección del mismo por parte de Napoleón III, quién entendía que un emperador de corte liberal, impediría que el poder conservador mexicano, llevara la batuta del gobierno del territorio; a pesar de que estas acciones, le valieron el reconocimiento de algunos grupos liberales, la lucha de esta facción por derrocar el gobierno imperial, no cedería.
Los enfrentamientos entre liberales y conservadores, se desarrollarían de manera cruenta, el General Jesús Ortega, es el encargado de frenar el avance conservador hacia el norte, no lo logra, la causa liberal se ve seriamente mermada tras diversas derrotas que hacían que el gobierno nacional tuviera distintas sedes, en más de una ocasión el Presidente Juárez es instado a renunciar para terminar con esa guerra, sus propios allegados como Manuel Doblado, Jesús Ortega y el gobernador de Nuevo León y Coahuila, Santiago Vidaurri consideraban perdida la causa liberal, este último incluso, por diferencias sensibles con Juárez, decide cambiarse al bando conservador, sin embargo, el Presidente, se mantiene firme.
La Ciudad de Chihuahua suponía ser la tumba del movimiento liberal, Juárez, con un ejército diezmado, se apertrechó en la misma, en espera del devastador golpe conservador, era el 15 de Agosto de 1865, las fuerzas liberales, quemaban la papelería importante, con el fin de que no cayera en manos francesas, el ataque comenzó, Chihuahua fue bombardeada y calló, Juárez y su gabinete alcanzan a ponerse a salvo, tomando rumbo al norte, el General Agustín Henry Brincourt, firma con los republicanos un acta de sumisión al Imperio, entre tanto Juárez con un reducido número de personas, se establecen en un villerío denominado Paso del Norte (hoy Ciudad Juárez) y establecen ahí la Capital Federal.
Una vez más como en innumerables ocasiones, hechos externos inclinan la balanza del devenir nacional; la guerra de secesión norteamericana concluye; Abraham Lincoln, presidente norteamericano, es visitado por Matías Romero, cónsul mexicano en aquel país y provee de municiones al ejército juarista, Lincoln es asesinado durante una representación teatral y es sucedido por Andrew Johnson, quién de manera franca y abierta, rechaza al gobierno Imperial y reconoce el régimen de Juárez; mientras tanto, Napoleón III sufre diversos reveses en Europa, principalmente por el alto costo que la intervención mexicana representaba para el erario francés, el congreso lo tenía muy presionado y derivado de ello, decide dar marcha atrás y hacer regresar a su ejército, Johnson provee a Juárez de 100,000 efectivos norteamericanos para combatir al ahora abatido Imperio Mexicano, la presa se convertía en el depredador.
Dadas las nuevas circunstancias, rápidamente, el gobierno Juarista comienza a tomar control sobre los territorios perdidos, tras la retirada del ejército francés, el mando de las fuerzas imperiales recae en las manos de los generales conservadores, Miguel Miramón, Tomás Mejía y Manuel Ramírez de Arellano quienes ahora, sin sustento, sin pertrechos y sin medios para conseguirlos, poco pudieron hacer para enfrentar el atisbo liberal; al acercarse las fuerzas juaristas a la ciudad de México, Maximiliano traslada el Imperio a la Ciudad de Querétaro, misma que fue sitiada el 6 de Marzo de 1867, por el General Mariano Escobedo mientras que el General Porfirio Díaz, sitiaba la ciudad de México, impidiendo a Márquez y a Vidaurri, reforzar las tropas imperiales en Querétaro, la que tras 71 dias de resistencia, cae ante las fuerzas liberales, Juárez entra a la Ciudad de México el 15 de Julio; la República había triunfado.
Tras un juicio en ausencia, sin derecho a apelación y basado en un interrogatorio que el emperador, llanamente se negó a contestar, Maximiliano fue condenado a muerte en el paredón el 19 de Junio de 1867, en compañía de los Generales Miguel Miramón y Tomás Mejía.
La mañana misma de su ejecución, tras un breve desayuno, Maximiliano conversó con sus compañeros de sentencia y cedió el lugar de honor al General Miramón, reconociéndolo como un patriota, llegado al paredón, se dirigió a los soldados que integraban el pelotón de fusilamiento y depositando una moneda de oro en las manos de cada uno, solicitó que no le dispararan en la cara, para que su madre pudiera reconocerlo, situándose entonces en el lugar que le correspondía por decisión, proclamó:
"¡Mexicanos! Muero por una causa justa, la de la independencia y libertad de México. Ojalá que mi sangre ponga fin para siempre a las desgracias de mi nueva patria. ¡Viva México!"*.
*Maximiliano I de México, Cerro de las Campanas, Junio de 1867
Tras la muerte de Maximiliano, la República comenzó a vivir tiempos de paz, Juárez Instruyó a su Ministro Sebastián Lerdo de Tejada, para que convocara a elecciones, en virtud de que su periodo constitucional, había concluido un par de años atrás, sin embargo, los poderes plenipotenciarios que le habían sido otorgados, justificaban su permanencia en el poder, con el cual, la voluntad social, lo invistió una vez más, otorgándole el triunfo en las elecciones del 16 de Enero de 1868.
La Nación Mexicana comenzó a vivir lo que el presidente a menudo refería como los tiempos de la paz y la concordia, hubo un esmero significativo en diversas áreas como educación e infraestructura, sin embargo, la administración no estuvo exenta de altibajos que ponían en entredicho la estabilidad social; la población del país rondaba los 7 millones de mexicanos, de los cuales el 90% era iletrado, circunstancia en la que el Presidente basó su decisión de despedir a 60,000 militares que le permitieran hacerse de recursos “maestros por soldados” comentaba, sin embargo, esta medida creó inseguridad y descontento social, de igual forma, la destrucción de 20 templos en la Ciudad Capital, entre ellos el de Santo Domingo, el de La Merced, y el de San Andrés, esto justificado en el hecho de que en este último, se decía, se llevaban a cabo reuniones de conservadores que buscaban todavía, la manera de desestabilizar el régimen, Lerdo de Tejada previno a Juárez del descontento que derivaría de la destrucción de los templos, sin embargo el Presidente, una vez más se mantuvo firme bajo la premisa de que la nación requería de escuelas, no de templos "Telégrafos, escuelas, caminos, futuro y no pasado es lo que México necesita", comentó, justificando su decisión.
La muerte de Margarita Maza, es un hecho que permea la fortaleza del benemérito, esta acaece el 2 de Enero de 1871, en su lecho de muerte, Margarita le pide a Don Benito, que respete su decisión de permitir que sus hijas solteras contraigan nupcias por la iglesia, Juárez accede sin protestar, a las 16:00 horas, con una sonrisa en la boca, es declarada muerta, Benito grita de dolor.
Instruyó el Presidente que no se enviaran esquelas y que se manejara el fallecimiento con discreción, Lerdo de Tejada disintió, sabía que Margarita Maza era un símbolo para la población de la época, los periódicos publicaron la noticia, la sociedad vistió de luto, se cancelaron las obras teatrales y la gente se dio cita para acompañar el cuerpo en su recorrido a su última morada en el panteón de San Fernando, Juárez instruyó para que amigos y familiares crearan un cerco en torno al ataúd, para que no se convirtiera ello en un acto político; entendía bien, las implicaciones que podrían manejarse, justo de cara a los comicios de Julio.
La voluntad de Juárez de mantenerse en el poder, comenzó a no ser del agrado, incluso de su círculo cercano, Porfirio Díaz ya instigaba bajo la bandera de la no reelección, diversos movimientos desestabilizadores a lo largo de 1868 y 1869; el propio Sebastián Lerdo de Tejada le sugirió a Juárez, no postularse para las elecciones de 1871, al ver que su colega hacía caso omiso de su petición, Lerdo presenta su renuncia y esta le es aceptada.
En Julio de 1871, se celebran elecciones, los candidatos eran Sebastián Lerdo de Tejada, Porfirio Díaz Mori y el propio Benito Juárez García, los resultados presentados por la comisión escrutadora fueron los siguientes: Lerdo 2874 votos, Díaz 3555 y Juárez 5837, se acusó al gobierno de fraude electoral y Porfirio Díaz se trasladó a Oaxaca a la hacienda de la Noria, donde el 1 de Octubre, se levantaría con el llamado “Plan de la Noria”, bajo el posteriormente irónico grito de guerra “viva Porfirio Díaz, muera la reelección”.
El movimiento de Díaz fue controlado por el General Sóstenes Rocha, sin embargo, sería un referente claro, junto con otras acciones golpistas a lo largo de 1871 y 1872, de la inconformidad en torno al gobierno de la República.
El devenir nacional a lo largo de 1872, continuó en este talante, sin embargo la salud del Presidente venía en detrimento, dolores agudos en el pecho lo aquejaban con frecuencia, y cada vez con mayor intensidad, el 17 de Julio, cancela su regular paseo en carruaje, y esa misma noche, leyendo un libro que describía la entrada del Emperador Trajano a Roma y su posterior gobierno de 20 años, Juárez realiza una anotación al calce:
"Cuando la sociedad está amenazada por la guerra; la dictadura o la centralización del poder pueden ser un remedio para aquellos que atentan contra las instituciones, la libertad o la paz".
Ignacio de Alvarado, médico de cabecera del Benemérito, arribó a sus aposentos alrededor de las diez de la mañana del 18 de Julio, lo evaluó y llevó a cabo el tratamiento acostumbrado, verter agua hirviendo sobre el pecho, al quedarse a solas con el Presidente, este le contó diversas historias de su infancia, se refirió del lejano Padre Salanueva, como el hombre más bondadoso que hubiera conocido en su vida, finalmente le preguntó si su padecimiento era mortal, la respuesta de Alvarado fue contundente; "Sr. Presidente: ¡Como lo siento!".
A lo largo de la tarde, se dio tiempo para atender a sus ministros José Maria Lafragua, de Relaciones Exteriores y de Guerra, el General Alatorre, sus hijas, hijo y yerno, estuvieron con él durante todo el día, y diversos políticos de su administración llegaban a pedir noticias de su salud; a las 23:35 horas de aquel 18 de Julio, ante los gritos de dolor de sus hijas que suplicaban “!papá¡, ¡papá, no te vayas¡, exhaló su último suspiro, la nación rindió un mes de solemnidades en su honor, había sido Presidente por 14 años.
Mucho es lo que la historia nos dice de Benito Juárez , un hombre con claros y obscuros, un hombre con congruencias plausibles e incongruencias incluso aberrantes, por un lado tenemos a un Juárez que defiende y sustenta la soberanía Nacional, como una condición imprescindible para la consolidación de la Nación mexicana ,sin embargo por otro lado, es ese mismo Juárez, quién avala el tratado Mc Lain Ocampo, que, leído en conciencia; no puede si no considerarse, como una profunda traición a esa Patria que en la voz se defiende; vemos a un Juárez que sustenta el valor de la federación, de la división de poderes, de la constitución, sin embargo es él mismo el que disuelve el Congreso y se sustenta si no como un tirano, al menos como un absolutista; tenemos a un Juárez que pugnaba por el imperio de la ley, y a la par, gobierna por 14 años ininterrumpidos sin ceder el poder a nadie, más que a la muerte misma; que se lo arrebata sin reclamárselo.
Podríamos de hecho, abundar en muchas acciones contradictorias, no solo del Benemérito de las Américas, sino de todos los hombres que conforman nuestro ilustre panteón de héroes nacionales; sin embargo, esto solo nos llevaría a la conclusión que desde aquí podemos tomar como verdadera; el poder y los gobiernos se conforman por hombres de carne y hueso, con sus claros y sus obscuros, con sus valles y sus cimas, con sus ideas y sus pasiones; este concepto se resume en una frase que se le atribuye al propio Juárez; “No existen hombres sabios, solo hombres con momentos de inmensa sabiduría”.
Tenemos que reconocer, que la tenacidad de Benito Juárez, su firmeza, incluso su tozudez, fueron factores necesarios en un tiempo, en que la realidad nacional no podía ser mas frágil, su inclinación hacia la nación del norte, derivó del cálculo de la conveniencia, de buscar aliarse con un vecino, por tirano que fuera, o con un tirano distante, también mal intencionado; las decisiones históricas, tienen que tomarse bajo premisas, presiones y circunstancias, que no tienen ni tiempo ni paciencia, y no es acertado juzgarlas bajo la óptica de una realidad distinta; no podemos dejar de reconocer que, con las “Leyes de Reforma”, se tendieron bases fuertes, para que lo que era un territorio, desvinculado, agreste en la medida en que no existía una cohesión social, y por lo tanto, sin una identidad plenamente definida, viviera un proceso que le permitiera consolidarse como un ente articulado y naciera al mundo como una nación objetiva, la Nación Mexicana.
Un esmero personal por compartir la visión de un ciudadano treintón, atado a una realidad que disfruta, en la sola resignación de los prisioneros que tienen que mantener la cordura en medio del caos absoluto, una visión de una sociedad que ha hecho de la decadencia su status quo, añadiéndole ese toque dicharachero, arrabalero, propio de las grandes urbes, añadiéndole ese DESVARIO URBANO.
domingo, 25 de abril de 2010
lunes, 19 de abril de 2010
Benito Juárez, parte II
Los conservadores presionan a Comonfort, (investido ya de poderes extraordinarios aprobados por el Congreso) para que derogue las reformas liberales, sin embargo Comonfort se niega, excarcela a Juárez y combate a los conservadores, con resultados, francamente adversos; por lo que, el General Félix María Zuloaga, se rebela contra Comonfort y los liberales; lo que hace que, Comonfort abandone el país, dejándolo sumido en una guerra civil, que se conocería como “Guerra de los tres años”.
El análisis de este periodo de la historia exige la consideración de múltiples factores que la historia oficial ha dejado de lado, y que, la consabida frase “la historia es escrita por los vencedores” explica certeramente; para comenzar, dicha guerra se libra entre facciones de mexicanos, que simplemente tenían una idea distinta del rumbo que debía seguir el país; la visión de ambas partes tenía puntos cuestionables y de igual forma, en los dos bandos, existían individuos con un ferviente patriotismo.
Juárez asume la presidencia en 1858 en Guanajuato, en virtud de que en ese momento, funge como Presidente de la Suprema Corte de Justicia, mientras que a la par, una junta de gobierno, nombra a Félix María Zuloaga también Presidente de la República, por lo que de facto existen dos gobiernos; el de Juárez, que de inmediato comienza su peregrinar por el territorio nacional, trasladándose a Guadalajara, Colima, Manzanillo, Veracruz, ciudad donde es acorralado por el General Miguel Miramón, y de donde puede escapar gracias a la intervención de la Marina Norteamericana, Paso del Norte (hoy Ciudad Juárez) y varias ciudades más, y el de Zuloaga, establecido en la Ciudad de México.
Justo es en su estadía en el Puerto de Veracruz, donde el gobierno de Juárez dicta las conocidas como “Leyes de Reforma”, que versaban sobre aspectos muy concretos del desarrollo nacional, tales como la separación Iglesia – Estado, La nacionalización de los bienes eclesiásticos, La ley orgánica del registro civil, La reglamentación de los días festivos con la prohibición de la asistencia oficial a los eventos eclesiásticos, La ley de panteones, La ley de matrimonios, y un año después la Ley de libertad de cultos; debemos reconocer sin limitaciones, que son estas leyes las que basan los cimientes de nuestro Estado actual.
Las batallas entre Liberales y Conservadores se dan de manera permanente, arrojando resultados diversos para ambos bandos y sumiendo de hecho al país en una grave crisis financiera, es en esta etapa, donde Juárez instruye a su Ministro de Gobierno, Melchor Ocampo, para que en Diciembre 14 de 1859, firme con su contraparte Robert Mc Lane, el tratado Mc Lane – Ocampo, cuyo peso controversial en la historia de nuestro país, se deriva del otorgamiento a perpetuidad, del derecho de tránsito al ejército norteamericano y a las mercancías de Estados Unidos, por tres franjas: la primera por el Istmo de Tehuantepéc, la segunda, de Guaymas a Nogales (Arizona) y la tercera de Mazatlán a Matamoros, en el Golfo de México, cruzando por Monterrey, esto a cambio del reconocimiento al Gobierno Juarista y del pago de cuatro millones de dólares, de los cuales, dos se entregaron al gobierno de Juárez y el resto, se pagaron a ciudadanos norteamericanos, por daños y prejuicios; cabe mencionar que dicho tratado, fue aprobado inicialmente, por el Congreso Norteamericano, sin embargo no fue ratificado por el Senado, pues, habiéndose presentado justo en medio de su guerra de secesión, este considero que los nuevos territorios fortalecerían a los sureños y dificultarían el bloqueo presentado por el ejército confederado.
La aprobación inicial del Tratado, le valió a Juárez, el reconocimiento Norteamericano, y el financiamiento de su causa, lo que dio un vuelco en el curso de la guerra, Miguel Miramón, cabeza del gobierno conservador, intento conciliar con los Liberales, sin embargo sus esfuerzos fueron infructuosos; el 22 de Diciembre de 1860, el General Jesús González Ortega, vence a las huestes Conservadoras, comandadas por Miramón, logrando que el 1 de Enero de 1861, Benito Juárez entre triunfante a la Capital del país.
Teniendo ya un panorama más claro, poco antes de estos hechos, Juárez hizo un llamado a elecciones en Noviembre de 1860, logrando la Presidencia Constitucional, (hasta ese momento había sido provisional), por un margen muy pequeño, lo que es una muestra de la visión dividida que permeaba en la sociedad mexicana sobre las posturas Liberales y Conservadoras; González Ortega logra la Presidencia de la Suprema Corte de Justicia, lo que lo ponía en la antesala de la Presidencia y de igual forma, se eligen diputaciones.
No por estar formalmente establecida, la administración juarista vivió tiempos más sencillos; teniendo, una sociedad inestable, un grupo de conservadores, aún con la pretensión viva de recuperar el poder, y unas finanzas precarias, derivadas de la recién librada guerra, el gobierno se tambaleaba, por lo que el congreso resolvió tomar una decisión francamente errada, detener el pago de los adeudos a las naciones extranjeras, lo que le valió la animadversión de las potencias mundiales al gobierno nacional, independientemente, que esta medida, se derogó a escasos tres meses de haber sido implementada, las naciones europeas, España, Francia e Inglaterra ya habían tomado una resolución; la primera invadió el puerto de Veracruz en Diciembre de 1861, y las otras dos, enviaron sus contingentes en Enero del año siguiente.
El gobierno nacional inicia las negociaciones, en la persona del Ministro del Exterior, Manuel Doblado, tomando como mérito propio que España e Inglaterra retiraran sus tropas, conviniendo en los llamados “Tratados de la Soledad”, aunque en la realidad, la salida de ambas potencias se derivó de la presión ejercida por Napoleón III que pretendía establecer un imperio en territorio mexicano, para apoyar desde ahí a los Confederados, en la guerra civil norteamericana, con el objeto de limitar el poder de Estados Unidos en el continente; razón por la cual, Francia no concilia en ninguna medida y se inician las acciones bélicas.
En este momento de la historia, el ejército francés era considerado el mas poderoso del mundo, es por ello que tras la derrota infringida por el General Ignacio Zaragoza, el 5 de Mayo de 1862 en la ciudad de Puebla, se convirtió en el hazmerreir de Europa, Napoleón enfurecía, El General Zaragoza grabó este episodio en la historia nacional con el célebre telegrama que envió a la Ciudad de México “Las armas nacionales se han cubierto de gloria”.
El optimismo derivado de la victoria de Puebla, no duró demasiado, meses después Napoleón reforzó sus huestes con 25,000 hombres, sitiando la misma ciudad de Puebla y haciéndola caer tras dos meses de resistencia, tomando con ello control de la antesala de la capital del país, tan solo un año después de la victoria de Zaragoza.
Durante este proceso, Juárez, resolvió solicitar al congreso facultades extraordinarias, sin embargo no encontró eco, incluso dentro de los mismos grupos liberales que lo integraban; pues bajo la consigna de que “instaurar un gobierno Constitucional, había costado al país una guerra fratricida y el derramamiento de la sangre de sus hijos, no era congruente que el presidente, defensor de esa misma causa constitucionalista, se erigiera como un virtual dictador, ungiéndose de poderes extralegales”; sin embargo, otro hecho fortuito actuó en conveniencia, tanto Santos Degollado, como Melchor Ocampo, dos reconocidos liberales, fueron secuestrados y ultimados, presumiblemente por “grupos conservadores extremistas”, lo que provocó una indignación conjunta, y la aprobación de las facultades extraordinarias del presidente.
Recién investido con sus nuevos poderes, y ante la imposibilidad de defender la capital de la República, Juárez toma una difícil decisión, disuelve el congreso y decide instalar el Gobierno Nacional en la Ciudad de San Luis Potosí, por lo que el 31 de Mayo de 1863, cargando el archivo nacional en varias carretas, mismas que a la par transportan a su gabinete, abandona la Ciudad de México; Francia toma el control de la misma sin disparar un solo tiro.
Napoleón instala en el gobierno de México a Fernando Maximiliano José de Habsburgo-Lorena, archiduque de Austria, príncipe de Hungría y Bohemia, irónicamente, reconocido como abiertamente liberal, quién llega a tierras nacionales en compañía de su esposa la princesa belga, María Carlota Amalia Agustina Victoria Clementina Leopoldina del Sagrado Corazón, a quienes recordaremos en la historia nacional simplemente como Maximiliano y Carlota.
Considero pertinente manifestar diversos sucesos relacionados con la elección de Maximiliano, por parte de Napoleón III pues nos permiten dimensionar la personalidad de quién por un periodo de tres años, se sustentó como Emperador de México; Maximiliano pertenecía a una de las casas dinásticas de más tradición y abolengo de Europa, al ofrecérsele la Corona Mexicana, él se encontraba ya retirado de la vida pública, y aceptarla, le implicaba renunciar a todos los privilegios que su rango de príncipe le concedía, mas alla de ello, condicionó su respuesta, a la certeza de que el pueblo, estuviera de acuerdo con su designación, situación que los conservadores mexicanos manifestaron como cierta en grado sumo; sin embargo, interesándose a la distancia de las circunstancias imperantes en la nación que le era ofrecida gobernar, antes de partir, decide escribirle una carta a Juárez, invitándolo a participar en su gobierno.
Al arribar Maximiliano a territorio nacional es recibido con bombo y platillo, principalmente en las Ciudades de Puebla y México, es entonces cuando recibe la respuesta de Juárez a la misiva extendida previamente, firmada desde Monterrey, Nuevo León:
“Es dado al hombre, señor, atacar los derechos ajenos, apoderarse de sus bienes, atentar contra la vida de los que defienden su nacionalidad, hacer de sus virtudes un crimen y de los vicios una virtud; pero hay una cosa que está fuera del alcance de la perversidad, y es el fallo tremendo de la historia. Ella nos juzgará.”*
*Carta de Benito Juárez a Maximiliano. Monterrey, NL. 1 de marzo de 1864.
El análisis de este periodo de la historia exige la consideración de múltiples factores que la historia oficial ha dejado de lado, y que, la consabida frase “la historia es escrita por los vencedores” explica certeramente; para comenzar, dicha guerra se libra entre facciones de mexicanos, que simplemente tenían una idea distinta del rumbo que debía seguir el país; la visión de ambas partes tenía puntos cuestionables y de igual forma, en los dos bandos, existían individuos con un ferviente patriotismo.
Juárez asume la presidencia en 1858 en Guanajuato, en virtud de que en ese momento, funge como Presidente de la Suprema Corte de Justicia, mientras que a la par, una junta de gobierno, nombra a Félix María Zuloaga también Presidente de la República, por lo que de facto existen dos gobiernos; el de Juárez, que de inmediato comienza su peregrinar por el territorio nacional, trasladándose a Guadalajara, Colima, Manzanillo, Veracruz, ciudad donde es acorralado por el General Miguel Miramón, y de donde puede escapar gracias a la intervención de la Marina Norteamericana, Paso del Norte (hoy Ciudad Juárez) y varias ciudades más, y el de Zuloaga, establecido en la Ciudad de México.
Justo es en su estadía en el Puerto de Veracruz, donde el gobierno de Juárez dicta las conocidas como “Leyes de Reforma”, que versaban sobre aspectos muy concretos del desarrollo nacional, tales como la separación Iglesia – Estado, La nacionalización de los bienes eclesiásticos, La ley orgánica del registro civil, La reglamentación de los días festivos con la prohibición de la asistencia oficial a los eventos eclesiásticos, La ley de panteones, La ley de matrimonios, y un año después la Ley de libertad de cultos; debemos reconocer sin limitaciones, que son estas leyes las que basan los cimientes de nuestro Estado actual.
Las batallas entre Liberales y Conservadores se dan de manera permanente, arrojando resultados diversos para ambos bandos y sumiendo de hecho al país en una grave crisis financiera, es en esta etapa, donde Juárez instruye a su Ministro de Gobierno, Melchor Ocampo, para que en Diciembre 14 de 1859, firme con su contraparte Robert Mc Lane, el tratado Mc Lane – Ocampo, cuyo peso controversial en la historia de nuestro país, se deriva del otorgamiento a perpetuidad, del derecho de tránsito al ejército norteamericano y a las mercancías de Estados Unidos, por tres franjas: la primera por el Istmo de Tehuantepéc, la segunda, de Guaymas a Nogales (Arizona) y la tercera de Mazatlán a Matamoros, en el Golfo de México, cruzando por Monterrey, esto a cambio del reconocimiento al Gobierno Juarista y del pago de cuatro millones de dólares, de los cuales, dos se entregaron al gobierno de Juárez y el resto, se pagaron a ciudadanos norteamericanos, por daños y prejuicios; cabe mencionar que dicho tratado, fue aprobado inicialmente, por el Congreso Norteamericano, sin embargo no fue ratificado por el Senado, pues, habiéndose presentado justo en medio de su guerra de secesión, este considero que los nuevos territorios fortalecerían a los sureños y dificultarían el bloqueo presentado por el ejército confederado.
La aprobación inicial del Tratado, le valió a Juárez, el reconocimiento Norteamericano, y el financiamiento de su causa, lo que dio un vuelco en el curso de la guerra, Miguel Miramón, cabeza del gobierno conservador, intento conciliar con los Liberales, sin embargo sus esfuerzos fueron infructuosos; el 22 de Diciembre de 1860, el General Jesús González Ortega, vence a las huestes Conservadoras, comandadas por Miramón, logrando que el 1 de Enero de 1861, Benito Juárez entre triunfante a la Capital del país.
Teniendo ya un panorama más claro, poco antes de estos hechos, Juárez hizo un llamado a elecciones en Noviembre de 1860, logrando la Presidencia Constitucional, (hasta ese momento había sido provisional), por un margen muy pequeño, lo que es una muestra de la visión dividida que permeaba en la sociedad mexicana sobre las posturas Liberales y Conservadoras; González Ortega logra la Presidencia de la Suprema Corte de Justicia, lo que lo ponía en la antesala de la Presidencia y de igual forma, se eligen diputaciones.
No por estar formalmente establecida, la administración juarista vivió tiempos más sencillos; teniendo, una sociedad inestable, un grupo de conservadores, aún con la pretensión viva de recuperar el poder, y unas finanzas precarias, derivadas de la recién librada guerra, el gobierno se tambaleaba, por lo que el congreso resolvió tomar una decisión francamente errada, detener el pago de los adeudos a las naciones extranjeras, lo que le valió la animadversión de las potencias mundiales al gobierno nacional, independientemente, que esta medida, se derogó a escasos tres meses de haber sido implementada, las naciones europeas, España, Francia e Inglaterra ya habían tomado una resolución; la primera invadió el puerto de Veracruz en Diciembre de 1861, y las otras dos, enviaron sus contingentes en Enero del año siguiente.
El gobierno nacional inicia las negociaciones, en la persona del Ministro del Exterior, Manuel Doblado, tomando como mérito propio que España e Inglaterra retiraran sus tropas, conviniendo en los llamados “Tratados de la Soledad”, aunque en la realidad, la salida de ambas potencias se derivó de la presión ejercida por Napoleón III que pretendía establecer un imperio en territorio mexicano, para apoyar desde ahí a los Confederados, en la guerra civil norteamericana, con el objeto de limitar el poder de Estados Unidos en el continente; razón por la cual, Francia no concilia en ninguna medida y se inician las acciones bélicas.
En este momento de la historia, el ejército francés era considerado el mas poderoso del mundo, es por ello que tras la derrota infringida por el General Ignacio Zaragoza, el 5 de Mayo de 1862 en la ciudad de Puebla, se convirtió en el hazmerreir de Europa, Napoleón enfurecía, El General Zaragoza grabó este episodio en la historia nacional con el célebre telegrama que envió a la Ciudad de México “Las armas nacionales se han cubierto de gloria”.
El optimismo derivado de la victoria de Puebla, no duró demasiado, meses después Napoleón reforzó sus huestes con 25,000 hombres, sitiando la misma ciudad de Puebla y haciéndola caer tras dos meses de resistencia, tomando con ello control de la antesala de la capital del país, tan solo un año después de la victoria de Zaragoza.
Durante este proceso, Juárez, resolvió solicitar al congreso facultades extraordinarias, sin embargo no encontró eco, incluso dentro de los mismos grupos liberales que lo integraban; pues bajo la consigna de que “instaurar un gobierno Constitucional, había costado al país una guerra fratricida y el derramamiento de la sangre de sus hijos, no era congruente que el presidente, defensor de esa misma causa constitucionalista, se erigiera como un virtual dictador, ungiéndose de poderes extralegales”; sin embargo, otro hecho fortuito actuó en conveniencia, tanto Santos Degollado, como Melchor Ocampo, dos reconocidos liberales, fueron secuestrados y ultimados, presumiblemente por “grupos conservadores extremistas”, lo que provocó una indignación conjunta, y la aprobación de las facultades extraordinarias del presidente.
Recién investido con sus nuevos poderes, y ante la imposibilidad de defender la capital de la República, Juárez toma una difícil decisión, disuelve el congreso y decide instalar el Gobierno Nacional en la Ciudad de San Luis Potosí, por lo que el 31 de Mayo de 1863, cargando el archivo nacional en varias carretas, mismas que a la par transportan a su gabinete, abandona la Ciudad de México; Francia toma el control de la misma sin disparar un solo tiro.
Napoleón instala en el gobierno de México a Fernando Maximiliano José de Habsburgo-Lorena, archiduque de Austria, príncipe de Hungría y Bohemia, irónicamente, reconocido como abiertamente liberal, quién llega a tierras nacionales en compañía de su esposa la princesa belga, María Carlota Amalia Agustina Victoria Clementina Leopoldina del Sagrado Corazón, a quienes recordaremos en la historia nacional simplemente como Maximiliano y Carlota.
Considero pertinente manifestar diversos sucesos relacionados con la elección de Maximiliano, por parte de Napoleón III pues nos permiten dimensionar la personalidad de quién por un periodo de tres años, se sustentó como Emperador de México; Maximiliano pertenecía a una de las casas dinásticas de más tradición y abolengo de Europa, al ofrecérsele la Corona Mexicana, él se encontraba ya retirado de la vida pública, y aceptarla, le implicaba renunciar a todos los privilegios que su rango de príncipe le concedía, mas alla de ello, condicionó su respuesta, a la certeza de que el pueblo, estuviera de acuerdo con su designación, situación que los conservadores mexicanos manifestaron como cierta en grado sumo; sin embargo, interesándose a la distancia de las circunstancias imperantes en la nación que le era ofrecida gobernar, antes de partir, decide escribirle una carta a Juárez, invitándolo a participar en su gobierno.
Al arribar Maximiliano a territorio nacional es recibido con bombo y platillo, principalmente en las Ciudades de Puebla y México, es entonces cuando recibe la respuesta de Juárez a la misiva extendida previamente, firmada desde Monterrey, Nuevo León:
“Es dado al hombre, señor, atacar los derechos ajenos, apoderarse de sus bienes, atentar contra la vida de los que defienden su nacionalidad, hacer de sus virtudes un crimen y de los vicios una virtud; pero hay una cosa que está fuera del alcance de la perversidad, y es el fallo tremendo de la historia. Ella nos juzgará.”*
*Carta de Benito Juárez a Maximiliano. Monterrey, NL. 1 de marzo de 1864.
domingo, 11 de abril de 2010
Benito Juárez, La Pasión de la Roca
Atendiendo a esta realidad Bicentenaria, me he dado a la tarea de escribir mas que una biografía, una semblanza de la vida de Benito Pablo Juárez García, integrando en la misma, en un afán conciliador, sucesos relevantes de su vida, de su mandato presidencial, de su realidad histórica y del contexto internacional vigénte en su época, sin dejar de lado, las críticas, tanto actuales como de su tiempo, pero siempre pretendiendo plantear los hechos históricos sin inclinaciones ni posturas, solo servidos, para que cada quién tome sus conclusiones; buscando también conciliar, no solo el legado del Benemérito de las Américas, sino el de muchos otros personajes, que en mi entender, para bien y para mal, fueron evaluados erroneamente por la historia oficial, considerando la extensión de la información, me he dado a la tarea de dividir en 3 partes la relatoría referida; hechas estas consideraciones, comencemos.
En el equinoccio de primavera de 1806, en San Pablo Guelatao, Oaxaca; vio la luz Benito Pablo Juárez García; hijo de Marcelino Juárez y Brígida García; difícilmente podría alguien siquiera imaginar, que ese indio zapoteca, moriría 66 años después siendo presidente de la República y habiendo cambiando el destino de la Nación Mexicana.
Su esmero y tenacidad, son evidencia permanente ante una vida de dificultad; huérfano a los 3 años pasa al cuidado de sus abuelos Pedro Juárez y Justa López y vive nuevamente la orfandad a la muerte de ellos contando con apenas 9 años, quedando finalmente bajo la custodia de su tío Bernardino, devoto, instruido y de una posición económica desahogada.
Los días de Benito discurren entre el pastoreo de ovejas y las labores agrícolas y las noches en el aprendizaje de los números y las letras, a los 12 años presumiblemente por un hurto o por temor a la represalia, por haber perdido un par de ovejas, Juárez abandona la casa familiar y recorre a pie los 60 Km que distan a la Cd. de Oaxaca, capital de su estado natal, donde encuentra refugio en casa de su hermana Josefa, quien irónicamente trabajaba al servicio de Antonio Maza, miembro de la familia que sería parte preponderante en el futuro de Benito. En la capital oaxaqueña, desempeña varios oficios, carga bultos en el almacén llamado “la Grana”, y posteriormente, a cambio de comida, vestido y escuela, se desempeña como aprendiz en el taller de encuadernación del padre Antonio Salanueva, donde tendría a su alcance, libros de rezos y de teología, las Epístolas de San Pablo, el Teatro crítico universal y muchas otras publicaciones eclesiásticas, con las que pudo finalmente acabar de aprender a leer y escribir.
Hacia 1821, se matricula como oyente de Gramática latina en el Colegio Seminario, estudios que concluye en 1823 dedicando 4 años mas al estudio de las artes, tras los cuales, decide no optar por el sacerdocio, y por el contrario, se matricula en el Instituto de Ciencias y Artes del Estado, considerado por la sociedad conservadora como un semillero de herejes y libertinos; es aquí donde Juárez entra en contacto con las ideas liberales, mismas que abraza entrañablemente. Entre tanto la nación vive tiempos difíciles, pues es a lo largo de estos años, que se da el derrocamiento del Imperio de Agustín de Iturbide, y el consiguiente nombramiento de Guadalupe Victoria como primer presidente de la Nación; Juárez vive intensamente este periodo histórico, participando activamente en arengas públicas e incluso, enlistándose en 1829 en las Milicias Cívicas, cuando se anunció que los españoles intentarían una invasión de reconquista por Tehuantepec; dicha expedición si llegó a desembarcar, solo que muy lejos de ahí, en las costas de Tamaulipas, donde fue derrotada por el General Antonio López de Santa Anna.
Al culminar sus estudios realiza sus prácticas profesionales en el despacho de Tiburcio Cabañas y un año después, por los vaivenes de la política, se convierte en diputado al Congreso de su Estado contando con tan solo 27 años, es en estas fechas, cuando abraza la Masonería. En 1834, es Magistrado Interino de la Corte de Justicia del Estado, cargo que ocupa hasta la caída de Valentín Gómez Farías, misma que lo hunde en un ostracismo de seis años. En 1841, ocupa el cargo de Juez de Primera Instancia del ramo civil, y en 1843, contrae matrimonio eclesiástico con Margarita Maza Parada, 20 años menor que él.
Por negarse a consignar a quién se resistiera a pagar el diezmo eclesiástico, es relevado de la Secretaría de Gobierno de Oaxaca, sin embargo dos años después, regresa como Fiscal del Tribunal superior de Justicia y posteriormente como Diputado de la Asamblea Departamental; entre 1846 y 1847, estando el País invadido por los Estadounidenses, Juárez representa a Oaxaca ante el Congreso de la Unión, donde se declararía la hipoteca de los bienes eclesiásticos para financiar la defensa del país.
Habiendo perdido esa guerra y con ello la mitad de su territorio, México, se sume en una grave crisis política, económica y social, a la que Juárez da la cara gobernando su estado natal y aprovechando para negar el paso al derrotado Santa Anna en su camino al exilio, incluso combatiéndolo; en cuanto a esto, es innegable la tirante relación que vivieron estos dos personajes, una prueba más de ello, es la aprensión de Juárez en 1853, por órdenes de Santa Anna, nuevamente en el poder, quién lo mantiene prisionero por 3 meses en las tinajas de San Juan de Ulúa, tras los cuales es deportado a la Habana, sin dinero ni equipaje, y solo trabajando en una fábrica de elaboración de puros, es como se financia el viaje para trasladarse a Nueva Orleans, buscando inmediatamente el apoyo de las Logias Masónicas. Justo es en esta ciudad, donde conoce a Melchor Ocampo, quién en compañía de otros exiliados, perseguidos políticos o simples detractores del régimen de Santa Anna, se reunían, preparando un golpe de Estado; y es aquí donde nuevamente se emplea en una fábrica de cigarrillos, con un sueldo miserable; sin embargo, no tuvo la necesidad de mantenerse demasiado tiempo en esta circunstancia, gracias al apoyo que algunos empresarios decidieron darle a esta recién conformada camarilla, entre ellos, Emile La Sere, importante comerciante Haitiano, y el también diputado empresario John Sidell, ejecutivo de la Luisiana Tehuantepec Co, empresa que intentaba establecer una vía férrea en el Istmo para la importación y exportación de mercadería y que contaba con que, el apoyo brindado a los liberales exiliados, le valiera su gracia al momento en que llegaran al poder.
En el exilio, Juárez decide apoyar el Plan de Ayutla, por lo que se traslada a Panamá, donde logra embarcarse a la ciudad de Acapulco, poniéndose en contacto con Juan N. Álvarez, quién logra bajo su asesoría, conseguir la presidencia interina de la nación, por encargo de los liberales, nombrando inmediatamente a don Benito, Ministro de Justicia e instrucción Pública; es entonces cuando se promulga la “Ley Juárez”, que contempla la limitación del poder tanto eclesiástico como castrense, y que de alguna manera, es el prolegómeno del trabajo mucho más completo que realizaría Sebastián Lerdo de Tejada, en el que de forma más profunda, se habría de plantear la separación Iglesia – Estado; Irónicamente, es justo la “Ley Juárez”, la que crea el caldo de cultivo que gestará los acontecimientos que llevarán a don Benito a la silla presidencial.
En 1855, tras un breve periodo en que volvió a ser Gobernador de Oaxaca, es nombrado por Ignacio Comonfort, Presidente de la Suprema Corte de Justicia, justo en el tiempo en que el país se encuentra polarizado; por un lado, los Conservadores apoyan a la Iglesia, mientras que los liberales pugnan por la separación de la misma; Félix María Zuloaga, pronuncia el “Plan de Tacubaya”, que desconoce la constitución de 1857y valida en el poder a Comonfort; Juárez, siendo constitucionalista, rechaza la autoridad de dicho plan, mientras que Comonfort se suscribe al mismo, haciendo arrestar a Juárez, a Isidro Olvera, Presidente del Congreso, y a algunos diputados que les secundaban; por su parte los Estados, se dividen en torno a sus inclinaciones particulares, por alguna de estas dos visiones.
En el equinoccio de primavera de 1806, en San Pablo Guelatao, Oaxaca; vio la luz Benito Pablo Juárez García; hijo de Marcelino Juárez y Brígida García; difícilmente podría alguien siquiera imaginar, que ese indio zapoteca, moriría 66 años después siendo presidente de la República y habiendo cambiando el destino de la Nación Mexicana.
Su esmero y tenacidad, son evidencia permanente ante una vida de dificultad; huérfano a los 3 años pasa al cuidado de sus abuelos Pedro Juárez y Justa López y vive nuevamente la orfandad a la muerte de ellos contando con apenas 9 años, quedando finalmente bajo la custodia de su tío Bernardino, devoto, instruido y de una posición económica desahogada.
Los días de Benito discurren entre el pastoreo de ovejas y las labores agrícolas y las noches en el aprendizaje de los números y las letras, a los 12 años presumiblemente por un hurto o por temor a la represalia, por haber perdido un par de ovejas, Juárez abandona la casa familiar y recorre a pie los 60 Km que distan a la Cd. de Oaxaca, capital de su estado natal, donde encuentra refugio en casa de su hermana Josefa, quien irónicamente trabajaba al servicio de Antonio Maza, miembro de la familia que sería parte preponderante en el futuro de Benito. En la capital oaxaqueña, desempeña varios oficios, carga bultos en el almacén llamado “la Grana”, y posteriormente, a cambio de comida, vestido y escuela, se desempeña como aprendiz en el taller de encuadernación del padre Antonio Salanueva, donde tendría a su alcance, libros de rezos y de teología, las Epístolas de San Pablo, el Teatro crítico universal y muchas otras publicaciones eclesiásticas, con las que pudo finalmente acabar de aprender a leer y escribir.
Hacia 1821, se matricula como oyente de Gramática latina en el Colegio Seminario, estudios que concluye en 1823 dedicando 4 años mas al estudio de las artes, tras los cuales, decide no optar por el sacerdocio, y por el contrario, se matricula en el Instituto de Ciencias y Artes del Estado, considerado por la sociedad conservadora como un semillero de herejes y libertinos; es aquí donde Juárez entra en contacto con las ideas liberales, mismas que abraza entrañablemente. Entre tanto la nación vive tiempos difíciles, pues es a lo largo de estos años, que se da el derrocamiento del Imperio de Agustín de Iturbide, y el consiguiente nombramiento de Guadalupe Victoria como primer presidente de la Nación; Juárez vive intensamente este periodo histórico, participando activamente en arengas públicas e incluso, enlistándose en 1829 en las Milicias Cívicas, cuando se anunció que los españoles intentarían una invasión de reconquista por Tehuantepec; dicha expedición si llegó a desembarcar, solo que muy lejos de ahí, en las costas de Tamaulipas, donde fue derrotada por el General Antonio López de Santa Anna.
Al culminar sus estudios realiza sus prácticas profesionales en el despacho de Tiburcio Cabañas y un año después, por los vaivenes de la política, se convierte en diputado al Congreso de su Estado contando con tan solo 27 años, es en estas fechas, cuando abraza la Masonería. En 1834, es Magistrado Interino de la Corte de Justicia del Estado, cargo que ocupa hasta la caída de Valentín Gómez Farías, misma que lo hunde en un ostracismo de seis años. En 1841, ocupa el cargo de Juez de Primera Instancia del ramo civil, y en 1843, contrae matrimonio eclesiástico con Margarita Maza Parada, 20 años menor que él.
Por negarse a consignar a quién se resistiera a pagar el diezmo eclesiástico, es relevado de la Secretaría de Gobierno de Oaxaca, sin embargo dos años después, regresa como Fiscal del Tribunal superior de Justicia y posteriormente como Diputado de la Asamblea Departamental; entre 1846 y 1847, estando el País invadido por los Estadounidenses, Juárez representa a Oaxaca ante el Congreso de la Unión, donde se declararía la hipoteca de los bienes eclesiásticos para financiar la defensa del país.
Habiendo perdido esa guerra y con ello la mitad de su territorio, México, se sume en una grave crisis política, económica y social, a la que Juárez da la cara gobernando su estado natal y aprovechando para negar el paso al derrotado Santa Anna en su camino al exilio, incluso combatiéndolo; en cuanto a esto, es innegable la tirante relación que vivieron estos dos personajes, una prueba más de ello, es la aprensión de Juárez en 1853, por órdenes de Santa Anna, nuevamente en el poder, quién lo mantiene prisionero por 3 meses en las tinajas de San Juan de Ulúa, tras los cuales es deportado a la Habana, sin dinero ni equipaje, y solo trabajando en una fábrica de elaboración de puros, es como se financia el viaje para trasladarse a Nueva Orleans, buscando inmediatamente el apoyo de las Logias Masónicas. Justo es en esta ciudad, donde conoce a Melchor Ocampo, quién en compañía de otros exiliados, perseguidos políticos o simples detractores del régimen de Santa Anna, se reunían, preparando un golpe de Estado; y es aquí donde nuevamente se emplea en una fábrica de cigarrillos, con un sueldo miserable; sin embargo, no tuvo la necesidad de mantenerse demasiado tiempo en esta circunstancia, gracias al apoyo que algunos empresarios decidieron darle a esta recién conformada camarilla, entre ellos, Emile La Sere, importante comerciante Haitiano, y el también diputado empresario John Sidell, ejecutivo de la Luisiana Tehuantepec Co, empresa que intentaba establecer una vía férrea en el Istmo para la importación y exportación de mercadería y que contaba con que, el apoyo brindado a los liberales exiliados, le valiera su gracia al momento en que llegaran al poder.
En el exilio, Juárez decide apoyar el Plan de Ayutla, por lo que se traslada a Panamá, donde logra embarcarse a la ciudad de Acapulco, poniéndose en contacto con Juan N. Álvarez, quién logra bajo su asesoría, conseguir la presidencia interina de la nación, por encargo de los liberales, nombrando inmediatamente a don Benito, Ministro de Justicia e instrucción Pública; es entonces cuando se promulga la “Ley Juárez”, que contempla la limitación del poder tanto eclesiástico como castrense, y que de alguna manera, es el prolegómeno del trabajo mucho más completo que realizaría Sebastián Lerdo de Tejada, en el que de forma más profunda, se habría de plantear la separación Iglesia – Estado; Irónicamente, es justo la “Ley Juárez”, la que crea el caldo de cultivo que gestará los acontecimientos que llevarán a don Benito a la silla presidencial.
En 1855, tras un breve periodo en que volvió a ser Gobernador de Oaxaca, es nombrado por Ignacio Comonfort, Presidente de la Suprema Corte de Justicia, justo en el tiempo en que el país se encuentra polarizado; por un lado, los Conservadores apoyan a la Iglesia, mientras que los liberales pugnan por la separación de la misma; Félix María Zuloaga, pronuncia el “Plan de Tacubaya”, que desconoce la constitución de 1857y valida en el poder a Comonfort; Juárez, siendo constitucionalista, rechaza la autoridad de dicho plan, mientras que Comonfort se suscribe al mismo, haciendo arrestar a Juárez, a Isidro Olvera, Presidente del Congreso, y a algunos diputados que les secundaban; por su parte los Estados, se dividen en torno a sus inclinaciones particulares, por alguna de estas dos visiones.
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